Antiguo Bar La Amistad
Fañanás cuenta en la década de 1930 con un bar en el que, cuando las tareas del campo lo permiten, la vecindad se reúne para charrar, templar el cuerpo, jugar al guiñote y relacionarse entre sí. Se llama La Amistad, un nombre muy bien elegido dada la necesidad que de ella se tiene en las relaciones humanas, y más en una época en la que el mundo en general y España en particular atraviesan unos momentos de gran confusión e incertidumbre, aunque también de esperanza: la gran depresión de 1929 en los Estados Unidos de Norteamérica, las protestas pacíficas de Mahatma Gandhi en la India, el ascenso del fascismo en Italia, el exilio en París del general Miguel Primo de Rivera, los continuos enfrentamientos entre monárquicos y republicanos, el reconocimiento del derecho al voto de las mujeres, la proclamación de la Segunda República Española, etc.
El bar ocupa la parte derecha de la planta baja de Casa Lobaco, mientras que en la parte izquierda hay una tienda, en la que pueden adquirirse productos de primera necesidad que son servidos a través de una pequeña ventanilla con repisa. Más tarde la casa es adquirida por José Labalsa, por lo que pasa a conocerse desde entonces como Casa Labalsa, el cual cierra la tienda pero mantiene el bar en funcionamiento por un tiempo.

Reconstrucción virtual aproximada del bar La Amistad

Detalle de una de las paredes del bar
Además del mobiliario habitual de un bar, el local cuenta con una bancada de madera muy bien trabajada que da la vuelta a todo el recinto. En sus paredes están dibujadas las figuras de la baraja española y otras pinturas y elementos decorativos realizados por Luis Borruel Giral, un vecino de Fañanás con cierta habilidad artística, que pinta, talla la madera, e incluso llega a atreverse con la piedra. En una ocasión esculpe un escudo de piedra de la ciudad de Huesca, que gusta tanto a la Diputación Provincial que se lo queda en propiedad.
En esa época no existen la mayoría de los productos actuales, y el bar solamente ofrece a sus clientes vino, cazalla, coñac, café, tabaco y un envidiable ambiente de diálogo, amistad y confianza entre las personas, según reconocen quienes lo vivieron. No se sirve nada de comer, y sólo cuando se junta el mocerío con alguna liebre o algún pollo gordo y se lo piden a los dueños, éstos les preparan una buena merienda.
En Marzo de 2006 se pudieron fotografiar los dibujos de las paredes y la estantería de la zona del mostrador, antes de que desaparezcan definitivamente cuando se reforme el edificio. Aunque se encuentra muy deteriorado por el paso de los años, las fotografías permiten hacernos una idea de cómo era y realizar una recreación virtual aproximada. Lamentablemente, una de las paredes, concretamente aquella en la que se encontraba la puerta de acceso al bar, ya no existe, y no ha podido ser fotografiada. Es una lástima, ya que según relatan los que la recuerdan, en ella había un gran dibujo que mostraba claramente el por qué de su nombre, pues en él aparecía una mesa y unas sillas en las que estaban sentadas dos personas hablando y dándose la mano en señal de amistad.
Se mantiene en funcionamiento hasta bien entrada la segunda mitad del siglo veinte, cuando los propietarios deciden cerrarlo para centrarse en las tareas del campo, ya que no genera suficientes ingresos y no resulta rentable mantenerlo abierto, debido principalmente a que unos años antes se produce el golpe de estado del general Franco y la consecuente Guerra Civil Española, y las economías ya no eran lo que fueron, ni tampoco la esperanza y la amistad. Una vez cerrado, todavía se utilizó en alguna ocasión para celebrar el baile de fiestas, y la zona de la tienda fue alquilada al ayuntamiento durante tres años para servir como escuela pública temporal.
En la década de 1950, Fañanás cuenta también con una bodega regentada por Miguel Ferrer Javierre, que ejerce al mismo tiempo de herrero junto con Julián Mairal Pascual; una carretería propiedad de José Arnalda Orduna; y una granja gobernada por José María Lasierra Otal, que cuenta con más de quinientas gallinas y está dotada de todos los adelantos de la época, según se comenta en la prensa del momento.
Una vez cerrado el bar La Amistad, su mostrador de madera es trasladado a Casa Bara, donde se abre un local que sirve de tienda y bar al mismo tiempo, cerrado también años más tarde. Es en ese bar, regentado por Antonio Bara Arnalda, donde en 1963 llega a Fañanás el primer televisor, que es adquirido por varias familias del pueblo asociadas para tal fin y que costó la friolera de cinco mil duros de la época. Se coloca una cortina que divide el bar en dos partes, una para uso público y otra reservada para los copropietarios del televisor, los cuales no pagan por el uso del local ya que acuden habitualmente y hacen sus consumiciones. Pero de vez en cuando alguien acaba asomando la cabeza por la cortina y se queda a ver el programa, lo que no es del agrado de quienes pagan sus plazos mensuales, que consideran que el televisor es suyo y sólo lo pueden ver quienes ellos digan.

Detalle del nombre del bar

Detalle de la zona del mostrador

Pintura de Luis Borruel Giral - Fañanás en la década de 1960

El bar actual, construído en el solar del antiguo horno
El problema llega al alcalde, que cede en exclusividad a la sociedad televisiva un local donde había un horno que ya no se usaba, en cuyo solar acabará construyéndose muchos años después el actual bar, aunque la sociedad no tardó mucho en disolverse, al mejorar las economías y el precio de los televisores. De esa época se conserva una pintura de Fañanás realizada por Luis Borruel Giral, en la que el autor quiso remarcar claramente el enorme impacto de la nueva tecnología de la televisión en la vida social y en el paisaje urbano.
Foto de encabezado: Casa Labalsa, antigua Casa Lobaco