En las proximidades del Parque Natural de la Sierra y los Cañones de Guara
Se dice que el Creador dejó caer en Aragón todas las piedras que le sobraron al terminar de construir el mundo, y al parecer debieron caer más en Guara que en ningún otro lugar.
El Parque Natural de la Sierra y los Cañones de Guara, un impresionante ecosistema que cuenta con 80.739 hectáreas de superficie protegida (47.453 de parque natural y 33.286 de zona periférica de protección), está situado en la parte central y más elevada de las Sierras Pirenaicas Exteriores, concretamente en la línea geográfica denominada Prepirineo de Huesca.
La espectacular orografía de las sierras que lo forman (Gabardiella, Guara, Arangol, Balcés, Sevil y otras sierras menores), un auténtico laberinto de montañas, ya encantó a finales del siglo diecinueve al incansable explorador y pirineista francés Lucient Briet, quien la dio a conocer al mundo en su obra "Superbes Pyrenées" (Soberbios Pirineos).

Imagen de fondo © Google Earth v.6.1.0.5001 - 2011 Google Inc. - 2012 Cnes/Spot Image - 2012 Google Image - 2012 DigitalGlobe
La Peña de Guara, a la que los vasco-ilergetes llamaban Gora (arriba), y que da su nombre al parque, es el pico más alto, una gran masa de calizas y areniscas de 2.077 metros de altura, cortada por los ríos Flumen, Isuela, Guatizalema y Alcanadre, que la atraviesan dando lugar a foces de gran belleza.

Peña de Guara (2.077 m) desde el pico Fragineto (1.734 m) © José Luis Puyuelo Laguna
Lo que hace especial este espacio protegido no es la altura de sus relieves sino sus sorprendentes parajes, la magia de sus cauces y gargantas, y la mayor concentración de barrancos de toda Europa. Con aproximadamente 200 barrancos en 50 kilómetros cuadrados, es el lugar de encuentro de muchos aficionados al "barranquismo", un deporte de aventura que no por casualidad nació precisamente en estas sierras.

Cañón del río Vero © Pili Arnalda Piñol
Las primeras exploraciones científicas de la zona fueron realizadas por naturalistas franceses, como Lucas Mallada, Albert Tissandien o el mencionado Lucient Briet. En 1966, el accidente mortal o suicidio de un labrador en la Grallera de Guara, sima de la que hasta el momento se han explorado 302 metros, hace necesario que el Grupo Espeleológico de Badalona realice un primer descenso y varias exploraciones posteriores, para las que cuenta con el apoyo de la Sociedad de Montaña Peña Guara, la cual a raíz de esta experiencia crea su propio grupo de espeleología, encargado desde entonces de gran parte de las investigaciones y planimetrías realizadas.
Durante el último tercio del siglo veinte aumenta considerablemente el número de visitantes que realizan barranquismo y acampada libre, al tiempo que se incrementa de forma alarmante el tránsito de vehículos todoterreno. Se hace evidente que las agresiones al medio ambiente empiezan a darse ya de un modo continuo, amenazando su conservación, por lo que muchos grupos de montañeros y ecologistas comienzan a reclamar la protección de estas sierras.
La Diputación General de Aragón publica un decreto en 1987 por el que se intenta proteger la zona declarándola Parque Natural, pero es dejado sin efecto tres semanas más tarde por un defecto de forma, al no haberse tramitado el preceptivo período de información pública. En 1989, y tras un exhaustivo censo de aves rapaces, se incluye este espacio natural en la red de Zonas de Especial Protección para las Aves (ZEPAs), reconociéndose como una de las más importantes reservas rupícolas de Europa.
Finalmente, el 27 de Diciembre de 1990, la Comunidad Autónoma de Aragón lo declara oficialmente "Parque Natural de la Sierra y los Cañones de Guara".
Las corrientes fluviales y los agentes climatológicos han sido los escultores que durante milenios han cincelado estos soberbios parajes, entre los que destaca el espectacular Cañón del Río Vero, a medio camino entre Lecina (Sobrarbe) y Alquézar (Somontano de Barbastro), cuya belleza ha traspasado todas las fronteras, convirtiéndose en el descenso más famoso de Europa por su riqueza paisajística.

Villa de Alquézar
La gran barrera montañosa que constituye el parque natural, el mayor espacio protegido de Aragón, se extiende en contacto directo con las comarcas de Alto Gállego, Hoya de Huesca, Serrablo, Sobrarbe, Somontano de Barbastro y Somontano de Huesca, con una orografía debida en gran parte a la fuerza erosiva de las aguas de los ríos Isuela, Flumen, Guatizalema, Calcón, Formiga, Alcanadre, Isuala y Vero. El parque incluye territorios de los municipios de Abiego, Adahuesca, Aínsa-Sobrarbe, Alquézar, Arguis, Bárcabo, Bierge, Boltaña, Caldearenas, Casbas de Huesca, Colungo, Huesca, Loporzano, Nueno y Sabiñánigo.
Un paraíso de biodiversidad
La diversidad de espacios naturales con que cuenta el Parque de Guara, y su climatología, dan lugar a muy distintos hábitats y a una gran variedad de especies vegetales y animales, algunas de ellas únicas a nivel mundial, lo cual lo convierte en un verdadero paraíso, tanto para amantes de la naturaleza en general como para aventureros barranquistas o estudiosos de ramas especializadas de la ciencia (biólogos, ornitólogos, geólogos, etc.) que realizan aquí algunos de sus estudios y trabajos.

Fañanás y la Sierra de Guara durante las nevadas del 2008 © Rubén Asín Abió
Su mayor riqueza faunística son las aves rupícolas, entre las que destaca el quebrantahuesos, la auténtica joya del parque, ya que es uno de los pocos reductos de Europa donde todavía vive este espectacular animal en peligro de extinción. Entre las rapaces más abundantes de la zona hay alimoches, águilas reales, águilas perdiceras, águilas culebreras, halcones peregrinos, cernícalos, búhos reales, buitres leonados, etc. Otras aves a destacar son aviones comunes, pitos negros, abejeros europeos, chotacabras grises, acentores alpinos, treparriscos, perdices pardillas, autillos, carboneros comunes, oropéndolas, pájaros moscones, garzas, cigüeñas, diversas anátidas, etc.
Aunque abundan árboles, plantas, y matorrales propios de territorios secos, no faltan árboles y bosques de zonas septentrionales más húmedas. Entre su amplia variedad de especies vegetales hay sauces, olmos, chopos, pinos silvestres, abetos, tejos, sabinas, enebros, hayas, encinas, quejigos, pinos negros, pinos royos, avellanos, serbales, madreselvas, hiedras, etc. Cuenta también con una gran riqueza en plantas y flores especialmente protegidas, de gran interés científico, que sólo se dan en el ámbito del parque a nivel mundial, como la petrocoptis guarensis, la saxifraga longifolia (corona de rey), y algunas variedades autóctonas de flor de nieve (flor de edelweis), orquídea, té de roca, endrino, fresa silvestre, etc.
El parque alberga también una abundante fauna compuesta por jabalíes, corzos, garduñas, ginetas, comadrejas, topos, lirones, ardillas, gatos monteses, cabras montesas, etc., y más de un centenar de especies de mariposas diurnas.
Los ríos están habitados por la trucha común, el tritón pirenaico, el escaso cangrejo de río, madrillas, barbos culirroyos, escorpiones de río, el pez fraile (en peligro de extinción), etc., e incluso la nutria, lo cual evidencia la gran pureza de sus cristalinas aguas.
Guara, la Magia
Si hay un lugar donde la campaña institucional "Huesca La Magia" resulte especialmente acertada es precisamente aquí, pues esa es la sensación que se tiene al visitar el entorno de Guara, al respirar las energías que habitan en el aire, las rocas, las aguas y los bosques, la magia de la naturaleza virgen. No es de extrañar que muchos amantes de la naturaleza describan sus experiencias vividas en Guara como un viaje espacio-temporal a los mundos de J. R. R. Tolkien.

Barranco de Chimiachas © Pili Arnalda Piñol

Ciervo del Covacho de Chimiachas © Pili Arnalda Piñol
Una magia que impregna las innumerables huellas que el ser humano ha ido dejando durante su continuo trasiego por estas tierras, zona obligada de paso entre los valles pirenaicos y la tierra llana, cuya enumeración completa resultaría agotadora: grabados rupestres prehistóricos (desde el Paleolítico Superior hasta la Edad del Bronce) como los que decoran las paredes interiores de los abrigos rocosos de la Fuente del Trucho, del Barranco de Villacantal, de Peña Miel, o de los Covachos de Arpán, Chimiachas, Labarta o Barfaluy; dólmenes y menires que salpican los espacios más secretos de estas sierras, como los de Ibirque, Belsué, El Palomar, Losa Mora, Panzano o Paúles de Sarsa; puentes romanos como el de Villacantal, sobre el río Vero, o medievales como el de Pedruel, sobre el río Alcanadre, que se construyeron y siguen siendo útiles para salvar los profundos cauces de los ríos; iglesias y ermitas románicas como las de Chibluco, Santa Eulalia la Mayor, Bara, Nasarre, Bagüeste, Las Bellostas, Sarsa de Surta, Santa María de Belsué, Sescún, San Úrbez, Can de Used, Fabana, Arraro, Bastaras o Yaso; fortalezas musulmanas como la de Alquézar; calzadas romanas y medievales, como las "pasarelas de Padruel", al sur del impresionante valle de Rodellar, en el extremo sureste de la Sierra de Guara, en donde todavía se conservan interesantes azudes, canales y cascadas de irrigación de tierras de labor de origen musulmán; etc.

Dolmen de la Losa Mora © Pili Arnalda Piñol

Peña Falconera, en las proximidades de la localidad de Morrano
También se respira la magia en ancestrales tradiciones, como los aquelarres que se celebraban en la larga Noche de San Juan bajo las ramas de la enorme Encina de Lecina, bautizada por las gentes del lugar como Castañera de Carruesco (6,41 m de perímetro; 16,5 m de altura; y 28 m de diámetro en la copa). De aquellos aquelarres quedan como recuerdo los espantabrujas de las chimeneas y las veletas con la forma de una bruja sobre su escoba, elementos que decoran los tejados de muchas localidades y especialmente de Lecina, que llegó a ser conocida como "el pueblo de las brujas". Con sus más de mil años, la famosa encina ha sido siempre un lugar de poder de la localidad, muda protectora de innumerables tratos, bodas y festejos bajo sus ramas.
Escondida en el fondo del Barranco de San Martín de la Val d’Onsera, está la ermita rupestre de San Martín, antiguo cenobio visigótico dedicado a San Martín de Tours, junto a una cueva natural que le sirve de refugio y en el lugar preciso donde cae una singular cascada de más de 30 metros. Según la tradición, tanto las aguas de la balsa en la que vierte la cascada, como las que se filtran al interior de la cueva hasta el altar de San Martín y saciaban la sed de los monjes eremitas cuando la nieve les impedía salir al exterior, sirven para curar diversas enfermedades de la piel.

Ermita rupestre de San Martín de la Val d’Onsera © Pili Arnalda Piñol

Cascada de la ermita de San Martín de la Val d’Onsera © Pili Arnalda Piñol
Otro de los muchos rincones mágicos del parque, y uno de sus cañones más espectaculares y conocidos, es el Barranco de Mascún, que los musulmanes describían como "lugar de espíritus", con sus increíbles formaciones geológicas de la Torre de Santiago, los Ventanales, el Delfín, la Ciudadela o Cuca Bellostas, y en cuyo fondo brota un manantial de agua cristalina, famoso también por sus propiedades curativas, al que según la leyenda no pueden acercarse las brujas por estar cargado de abundante energía positiva.

Barranco de Mascún - "La Ciudadela" y "Cuca Bellostas" © Pili Arnalda Piñol

Barranco de Mascún - "El Delfín" © Pili Arnalda Piñol
Serían necesarias infinidad de páginas para intentar describir la grandeza y los innumerables rincones mágicos del Parque Natural de la Sierra y los Cañones de Guara, ¡hay que visitarlo!.
Foto de encabezado: Vista de la Sierra de Guara desde Fañanás © Blanca Oliva Turbidí