Foguera d'Ibierno 2019
Sábado 19 de Enero
● 21:00 - CENA A LA BRASA en la Plaza Mayor- Bocadillo (panceta, longaniza y chorizo a la brasa)
- Vino, Refrescos, Postre, Melocotón con Vino, Café y Chupito
- Precio: 8 €
Quienes deseen apuntarse pueden hacerlo en el bar hasta el Miércoles 16 de Enero
Los rigores del invierno no impiden a los aragoneses celebrar las fiestas en honor a sus santos predilectos, festividades que asumieron ritos paganos incorporándolos a las tradiciones católicas. Son muchas las localidades que en Enero guardan devoción a los santos barbudos: San Antón, San Vicente, San Fabián y San Sebastián. En Fañanás se festeja la hoguera en honor a San Fabián, que fue Papa, y a San Sebastián, que fue jefe de la primera corte de la guardia pretoriana imperial romana y se invoca contra las epidemias, correspondiéndoles en el santoral el 20 de Enero, aunque siempre se celebran en sábado. En otras localidades festejan a San Vicente (22 de Enero), que fue diácono del obispo zaragozano Valerio, y a San Antón (17 de Enero), que abandonó todos sus bienes para vivir como ermitaño hasta la edad de 105 años y es el patrón de los animales. El elemento vital de esta tradición es la hoguera, rito mágico de raíces profanas, muy común en las culturas que festejan los solsticios de invierno y verano. La hoguera es calor, fuente de luz y de encuentro, en torno a la cual juegan los niños y se reúnen los mayores, buscando ese calor tan deseado en las frías noches invernales. Cuando las llamas remiten, las brasas sirven para asar la comida que es compartida entre todos. Es un ancestral recuerdo colectivo, nacido entre las gentes que poblaron estas tierras desde tiempos inmemoriales, la esencia de ritos purificadores muy antiguos, como las fiestas del Imbolc, celebradas por los celtas en honor al fuego sagrado. Estos primitivos rituales de culto al fuego tuvieron gran auge durante las pestes medievales, incorporándose desde entonces al acervo religioso católico. La creencia medieval de que las pestes tenían un origen demoníaco, y la necesidad de emplear el fuego para purificar todo lo afectado por la enfermedad, confirma el carácter preservador de las hogueras, sin olvidar su sentido regenerativo, echando al fuego los enseres destartalados, símbolos del año viejo, a la espera de que el nuevo año traiga salud y prosperidad. Actualmente, la falsa apariencia de que los recursos naturales son inagotables, y la insana costumbre de destacar, ha hecho que algunas localidades rivalicen entre sí en el tamaño de sus hogueras, algo que antaño se hubiera considerado una aberración, ya que no debía malgastarse de ese modo un bien tan preciado como la leña.