Castillo de Fañanás
La ampliamente documentada fortaleza señorial de Fañanás, de origen musulmán y apenas reconocible en la actualidad, jugó un importante papel durante la reconquista de la Tierra Llana, pues formaba parte esencial del sistema defensivo de la cuenca del río Guatizalema, el cual se complementaba con la torre musulmana que existió en el poblado de Bureta.
El cercano pueblo de Torres de Montes conserva claramente en su topónimo el origen y la función que desempeñó durante la Reconquista. Torres es un topónimo muy empleado en esa época, ya que durante el avance cristiano surge la necesidad de construir nuevas torres o baluartes que aseguren la defensa de los territorios recuperados y sirvan como sólida retaguardia durante las luchas por la anexión de nuevos territorios. Torres de Montes nace pues como un enclave estratégico desde el cual organizar la conquista de los importantes castillos musulmanes de Antillón, Bespén, Blecua, y Fañanás. En el siglo XII se llamaba Torres de García Jiménez, y es evidente que si el nombre le vino de su origen militar, el apellido actual lo heredó de su paisaje.
Según algunos estudiosos, el Castillo de Fañanás es reconquistado por el rey Sancho Ramírez, el cual designa en 1063 a Ariol Íñiguez como tenente temporal del mismo. En 1096, el rey Pedro I recompensa a su fiel servidor Sancho Garcés de Cerasvas con parte del Castillo de Fañanás, haciendo la donación ". . . con la condición de que Sancho Garcés de Cerasvas y sus descendientes, tengan allí, en nombre de Jesús Nazareno, de San Pedro y del obispo oscense, lo que hasta ahora ha tenido en mi nombre y sirva como a mí me ha servido . . .".
La ciudad de Huesca, la llamada Bolscan por los íberos, Osca por los romanos y visigodos durante más de nueve siglos, y Wasqa por los musulmanes durante casi cuatro siglos, la ciudad con noventa torres y siete puertas, es reconquistada el 24 de Noviembre de 1096 por el rey aragonés Pedro I, tras la famosa batalla de Alcoraz, que da fin a doce años de asedio. La antigua capital y sede episcopal del Reino de Aragón, que estaba establecida en Jaca, es trasladada a Huesca, y la mezquita mayor, que había sido construida sobre una antigua iglesia visigoda, se consagra como catedral. El rey debe dotar a la catedral de propiedades, cuyas tributaciones permitan mantener el culto y la subsistencia del obispo y del cabildo, para lo cual firma el documento de donación real del 5 de Abril de 1097 por el que:
". . . Pedro I dona a la catedral las posesiones de la mezquita, más para remedio de su alma y las de sus padres y por la salud de su hijo Pedro, el Castillo y Villa llamados de Fañanás, cerca de Alcalá . . .".
La donación incluye también las poblaciones de Alcalá del Obispo y Sesa, creándose de este modo el Señorío del Obispo de Huesca. El documento muestra claramente hasta qué punto adquiere la Iglesia el dominio de dichos lugares, pues indica que los dona: ". . . con todos sus términos cultos e incultos, con todos los hombres que allí habitan y los que lo habitarán . . .".
Hacía apenas un año que el rey había firmado un documento de donación de parte del Castillo de Fañanás a nombre de Sancho Garcés de Cerasvas y de sus descendientes, documento del que sólo se conservan dos copias, en las cuales aparece una sospechosa condición algo sospechosa: ". . . a no ser que él, o alguno de sus sucesores obrare contra el obispo, en cuyo caso lo perderá . . .".
Resulta poco creíble amenazar de ese modo a un fiel servidor recién recompensado, por lo que teniendo en cuenta lo que fue bastante habitual en esa época, es probable que dicha condición se añadiera a las copias del documento con posterioridad a la firma del original, cuando el obispado inicia la lucha por conseguir la posesión completa del castillo frente a los derechos de los sucesores de Sancho Garcés de Cerasvas. No será éste el único conflicto entre el obispado y los sucesivos usufructuarios del Castillo de Fañanás, pues esta propiedad fue durante largo tiempo una constante fuente de disputas y enfrentamientos que generaron abundante documentación en el archivo catedralicio.
Los restos del castillo
En el extremo Este de la localidad se levanta la Iglesia de San Juan Bautista, asentada sobre un gran bancal natural de piedra arenisca y construida aprovechando una parte de la estructura del antiguo castillo, como consta documentalmente, gracias a lo cual esta zona del mismo se conserva en muy buen estado.
Vista del lado Este del bancal, en cuya zona inferior derecha pueden verse los dos pasadizos de acceso al refugio antiaéreo de la iglesia
". . . en el castiello de Fanyanas reconocieron aquel e las casas e staciones d´aquel, e trobaron que las cubiertas en grant partida eran caydas e derribadas, e de si la torre de piedra mayor del dito castiello que es derribada, assi que d’aquella partida de la torre es el dito castiello abierto . . .".
Restos del "granero del obispo" al Sur de la iglesia © Aeronor (www.aeronor.es - Referencia 5174)
Croquis de los restos del castillo próximos a la iglesia
Vano de medio punto en la cara Norte de la iglesia parroquial
Posible contorno de la superficie ocupada por el castillo
Dependencia original reconvertida en bodega
Reja medieval
Dependencia original reconvertida en bodega
Pared maestra apoyada en un arco de medio punto del castillo
Pared maestra apoyada en una arcada ojival del castillo
Detalle del arranque del arco ojival, donde conecta con otro arco similar
Aspecto actual del conjunto iglesia-castillo
Recreación virtual de un posible aspecto del castillo de Fañanás
Los castillos episcopales de Huesca
La organización interior o económica de la Iglesia en los primeros siglos de la Reconquista, apenas tiene puntos de contacto con la actual. Toda iglesia es propiedad particular del rey, monasterio, o persona cualquiera, que tras fundarla la dota de bienes, engrosados más tarde por aportaciones voluntarias u obligatorias de los fieles. Estas propiedades pasan a título de arriendo a favor de un sacerdote encargado de ellas.
Sólo a partir de 1059 (concilio de Letrán), la Iglesia lucha por conseguir una organización que la haga independiente del poder civil, desligando esta mezcla de propiedad y administración civil por un lado, y jurisdicción eclesiástica por otro. Aunque como contrapartida, no es menor la ingerencia de lo eclesiástico en lo civil en esta época de formación del Estado. El obispo, al llegar a ser propietario de una villa o castillo, que incrementa los bienes de una determinada iglesia, asume toda la administración civil, y los hombres que allí moran le están sujetos como siervos o colonos. Esta dependencia está determinada por las circunstancias que impone la lucha por la conquista del territorio.
Al avanzar los reyes aragoneses desde los primeros núcleos montañosos que constituyen su Estado, se encuentran poseedores de tierras yermas sin dueño, haciendo donación de ellas tanto a iglesias como a nobles para que sean organizadas y cultivadas. Estas tierras son explotadas por los criados o siervos personales del señor, constituyendo el núcleo de la posesión, castillo o monasterio, y por los llamados siervos adscritos, que poseen un huerto o tierra colindante y una casa, cuyo conjunto forma la villa. En estas tierras pertenecientes a los señores se forman municipios; unas veces para impedir la emigración en masa de los colonos, otras con el fin de aumentar los ingresos mediante las prestaciones e impuestos percibidos de los pobladores. El nombramiento de magistrados municipales está a cargo de los señores, prelados o iglesias a las que pertenece la villa; como también los de justicia y administradores.
Todo esto va reflejándose en la documentación de los castillos y villas que pertenecen al obispado de Huesca, aunque en realidad estas propiedades sólo pueden llamarse episcopales a partir de 1201. Los bienes de la catedral de Huesca constituyen un fondo común que cubre las necesidades del obispo y los canónigos, y sólo a partir de ese año, bajo el episcopado de García de Gudal, se procede a dividir la antigua y única mensa en dos, "mensa episcopi" y "mensa canonnorum", para proveer, según dice un documento, a la "honestidad y utilidad de su iglesia".
De este modo quedaron como propiedad del obispo los castiIlos de Sesa, Fañanás, Alcalá, Abrisén, etc., cuya historia se intenta reconstruir a través de las noticias documentales que de ellos se conservan.
Principales acontecimientos históricos
Dadas las múltiples referencias históricas que existen sobre el castillo, sólo se muestran aquí los importantes hechos ocurridos entre 1272 y 1290, especialmente el largo pleito entre el obispado y Guillelmona de Sora, así como la visita realizada por Jaime de Lidón al Castillo de Fañanás el 23 de Marzo de 1384. El resto puede leerse en los siguientes documentos:
● [ Historia de Fañanás 1: Fañanás hasta la Reconquista ]
● [ Historia de Fañanás 2: Más de siete siglos bajo dominio señorial del Obispado de Huesca ]
1272: Pignoración del Castillo y la Villa de Fañanás a favor de doña Guillelmona de Sora
El 7 de Abril, el infante Pedro, hijo de Jaime I de Aragón, que más adelante reinará como Pedro III, firma en la pignoración o entrega de un bien como prenda para obtener un préstamo, que del castillo y villa de Fañanás hace el obispo de Huesca a favor de Guillelmona (Guillerma) de Sora, viuda de Domingo Dombuy.
1278: Pleito entre el obispo de Huesca y Guillelmona de Sora
El castillo de Fañanás está regentado por Guillelmona de Sora y su marido García Pérez de Lozano, en virtud de la pignoración firmada con el anterior obispo García Pérez de Zuazo, pero el actual obispo oscense, Jaime de Sarroca, reclama que el Castillo le sea restituido.
El 23 de Mayo de 1274, el pontífice Gregorio X había firmado en Lyon la delegación de sus competencias para el entendimiento en las causas de enajenación de bienes del obispado oscense. En virtud de dicha delegación y en fecha imprecisa, el actual pontífice Nicolás III nombra juez a Arnaldo de Yerneto, deán de Lérida, para que inicie los primeros trámites de un pleito relativo al Castillo de Fañanás, los cuales no llegan a terminarse porque Guillelmona de Sora presenta rápidamente una apelación ante el deán de Lérida a través de su propio procurador, el canónigo Guillermo de Sixena.
La causa es devuelta a la sede pontificia, y el Papa nombra auditor de la misma al cardenal Guillermo, el cual en presencia de Ramón de Ponte, abogado del obispo, cita a declarar a Guillelmona y a su marido, a sabiendas de que no se encontraban presentes en el acto ni personalmente ni por procurador, lo cual no impide al representante del obispo solicitar que los esposos apelantes sean declarados contumaces y que el Castillo y Villa de Fañanás sean devueltos al obispado oscense. En conformidad con dicha petición, el cardenal pronuncia sentencia a favor del obispo, que es firmada en su casa de Viterbo el 14 de Julio.
Una vez dictada la sentencia, el pontífice Nicolás III, en bula expedida el 19 de Julio en Viterbo, delega en el abad de Poblet para que cumpla la sentencia del auditor y dé posesión al obispo de Huesca del ". . . castrum de Fayanas cum juribus et pertinencis suis . . .", que Guillelmona y García Pérez de Lozano ". . . detinebant contra justiciam occupata . . .".
1279: Fañanás se enfrenta al abad enviado por el Papa
El viernes 10 de Febrero, en reunión celebrada en el palacio episcopal oscense, el obispo Jaime de Sarroca presenta los documentos pontificios a Fray Bernardo, abad de Poblet, en los que se le encarga la ejecución del mandato papal relativo a la toma de posesión del Castillo y Villa de Fañanás.
El 13 de Febrero, Fray Bernardo viaja al castillo de Fañanás, dispuesto a dar posesión del mismo al canónigo de Lérida y procurador episcopal Arnaldo de Cascalls, pero su visita es activamente rechazada tanto por parte de los señores como de los vasallos, lo cual queda perfectamente descrito en el documento catedralicio que hace referencia a este hecho:
Caballero de la Orden Militar Hospitalaria de San Juan de Jerusalén
“. . . Fray Bernardo, abad del monasterio de Poblet, ejecutor nombrado por la sede apostólica, en compañía del notario Pedro Ferrer y los testigos Miguel Violeta y Martín de Bolea, fue al castillo de Fañanás para dar posesión del mismo al procurador del obispo Arnaldo del Cascalls, canónigo de Lérida.
Al acercarse al castillo la comitiva, saliéronle al paso Juan de Sora, hermano de Guillelmona, protegido con una loriga, así como otro hombre que le acompañaba, ambos armados con lanzas. Les dijo dicho Juan que no pasaran adelante porque dona Guillelmona no quería hablar con el abad, advirtiendo que de seguir adelante, corrían peligro sus pieles.
Preguntó Juan de Sora al abad si quería hablar con García Pérez de Lozano, indicándole le encontrarían no muy lejos, hablando con el noble Atón de Foces. El abad y los demás acompañantes, al dirigirse donde estaba García Pérez, viéronle dirigirse al castillo. Se le acercaron y él no quiso esperarles. Es más, les mandó un escudero, el cual dijo al abad: "¿Sois vos el abad de Poblet?". Y este díjole que sí. Dijo el escudero: "Os dice García Pérez, que salgáis inmediatamente del castillo de Fañanás, ya que no quiere hablaros, ni oíros".
Por fin, viendo el abad que el castillo y la villa estaban guarnecidos por una multitud de hombres armados, que tañían las campanas a rebato, que los vecinos chillaban y que los hombres armados que salían de todas partes, los de a caballo y los de a pie, no cesaban de moverse, juzgó que no estaba seguro y que no convenía acercarse más al castillo, lo que hubiera equivalido a ponerse en peligro de muerte.
Y allí mismo, desde lejos, y aún dentro del término del castillo, puso y dió posesión del dicho castillo y villa de Fañanás al antedicho Arnaldo de Castalls, como procurador del obispo de Huesca, mostrándolo lo ancho y lo largo del término, y lanzó sentencia de excomunión a los esposos García Pérez de Lozano y Guillelmona de Sora . . . ".
La excomunión prohibía al sentenciado gozar de cualquier privilegio adquirido con anterioridad, por lo que el obispo de Huesca conseguía así liberar a los habitantes de Fañanás de toda relación de dependencia con doña Guillelmona y por lo tanto del pago de diezmos u otros impuestos, arruinando tanto su capacidad económica como defensiva. La excomunión también prohibía a los cristianos tener cualquier tipo de relación con el excomulgado, el cual pasaba a tener la misma consideración que un apestado. Pero es evidente que la toma de posesión en semejantes condiciones no le sirve de mucho al obispado, al menos a corto plazo, por lo que no cejará en su empeño hasta conseguir recuperar el completo dominio de Fañanás y de sus tributos.
1279: Guillelmona envía a su procurador al monasterio de Poblet
Guillelmona de Sora y su marido García Pérez de Lozano optan por resolver el pleito en base a sus derechos jurídicos, por lo que el 29 de Noviembre envian al monasterio de Poblet a su procurador Guillermo de Sena, el cual denuncia ente al abad Fray Bernardo el hecho de que no le permitan actuar como juez en el pleito de Fañanás y solicita que le sean entregadas copias del proceso llevado a cabo en la curia romana así como de la delegación papal.
También manifiesta el procurador que sus representados están dispuestos a presentar documentos demostrativos de que, antes de que la causa fuera devuelta a la curia romana, los dos esposos ya habían renunciado a su apelación formulada ante el deán de Lérida, por lo que no se podía fallar contra ellos por contumaces. Por último, solicita al abad la absolución de ambos, ya que están enfermos y dispuestos a demostrar su inocencia y obediencia a la Iglesia.
1280: Excomunión de doña Guillelmona
De Julio de este año se conserva un documento en el que, sin hacer mención expresa de Fañanás, es probable que esté relacionado con ello. El arzobispo de Tarragona, P. Brn., escribe al obispo de Lérida, G., diciéndole que ha recibido quejas del obispo de Huesca, sobre agravios, injurias y daños, que ha recibido este ". . . a nonnullis tam militibus quam aliis . . .".
Manda al de Lérida ". . . ne dicti molestatores et malefactores de sua perversitate diutius valant comodum reportare . . .", que se vea con el de Huesca y, según este le diga, promulgue sentencia de excomunión como previene la constitución del concilio de Tarragona.
Con esta excomunión, el obispo de Huesca conseguía al menos desligar a los servidores y vecinos de Fañanás de sus compromisos de dependencia con doña Guillelmona, reduciendo de este modo sus ingresos y su capacidad defensiva.
1289: El obispado recupera el castillo y la villa
El obispado consigue finalmente recuperar el castillo y la villa, pues el 5 de Junio ". . . Jaime de Sarroca, obispo de Huesca, encomienda a su escudero, Simón Aparicio, el castillo de Fañanás con todas las cosas que hay en él, según el inventario hecho por el notario de Sesa, García de Arbaniés, a fín de que lo guarde diligentemente y lo defienda por el tiempo de su beneplácito . . .”.
La restitución de estas propiedades tuvo que ser muy reciente y cargada de una gran tensión, ya que el obispo manda a su escudero que tome especiales precauciones, ordenándole que ". . . no deje entrar a nadie, fuera de las personas que le acompañan ahora durante la ausencia del obispo; no saque del castillo armas, paños, vituallas ni cosa alguna, a no ser en caso de necesidad para la defensa del castillo o de la villa; no pase ninguna noche fuera del mismo castillo y que de día no salga más allá de la puerta del castillo, a no ser que deje suficiente guardia o que el obispo se encuentre allí; no lo entregue a ninguna persona, a no ser al mismo obispo y, si éste muriera antes de devolverle el castillo, se atenga al testamento que hará, y si muere sin testamento, lo entregue al obispo que le sucediere; en caso de que se defiriera la elección de obispo, lo entregue al prior y cabildo de Huesca . . .", lo cual es aceptado por Simón Aparicio, que ". . . hace al obispo homenaje con la boca y con las manos, según el fuero de Aragón y la costumbre de Cataluña . . .".
1290: Cesión temporal del castillo a Sancho de Antillón
Este es un año de violentos cambios en el obispado oscense, debidos al nombramiento de Fray Ademar como obispo de Huesca, en sustitución del recientemente fallecido Jaime de Sarroca. Los canónigos oscenses se resisten durante meses a aceptar el nombramiento hecho por el Papa, reaccionando con gran violencia y llegando incluso a agredir físicamente a Berenguer de Quaranta, el vicario y procurador nombrado por Fray Ademar, así como a su séquito. El rey envía un mandato a los canónigos para que admitan al vicario y le den posesión del obispado en nombre de Fray Ademar, lo cual no surte efecto, produciéndose diversas apelaciones y denuncias cruzadas ante la Santa Sede por las diversas partes en conflicto. En un documento firmado en Orvieto (Italia) el 5 de Septiembre, el Papa Nicolás III delega en el deán de Tudela la indagación de la verdad de los hechos denunciados y, caso de ser ciertos, la citación de los inculpados ante la Santa Sede en el plazo de dos meses.
En un documento firmado en Valencia el 28 de Agosto, el Rey Alfonso III de Aragón, apodado el Liberal, concede al noble Sancho de Antillón una donación de 15.000 sueldos jaqueses sobre las rentas del obispado oscense, para lo cual le cede temporalmente los castillos y villas de Fañanás, Escanilla, Lamata y Lecina, cuyas rentas permitirán reunir la cantidad de dinero asignada por el rey a Sancho de Antillón, bien entendido que éste debe devolver los castillos y villas una vez haya percibido dicha cantidad, y que si el obispado desea restituir el castillo con anterioridad deberá pagar los 15.000 sueldos por los que está obligado con el noble Sancho de Antillón.
1384: Obras de reparación del castillo
El 23 de Marzo, por orden del rey de Aragón Pedro IV el Ceremonioso, es visitado el castillo de Fañanás por Jaime de Lidón, vicario general, Gil Blanca, capellán mayor, y Bernart Arlovín, comisario, con el maestro de obras de fusta Domingo de Montagut y el maestro de obra de piedra Johan de Quadres. Entre las diversas actuaciones que los maestros juzgan necesarias están el derribo de la parte superior de la torre grande y el uso de la piedra para cerrar el recinto: ". . . en el castiello de Fanyanas reconocieron aquel e las casas e staciones d´aquel, e trobaron que las cubiertas en grant partida eran caydas e derribadas, e de si la torre de piedra mayor del dito castiello que es derribada, assi que d'aquella partida de la torre es el dito castiello abierto . . ." ". . . para baxar un cantón, que y ha alto, en el dito castiello de Fanyanas, de la torre grande de piedra, que es derribada e pora fer ende albacar o muro, para cerrar d'aquella partida el dito castiellyo e otrosi pora recorrer e adobar las cubiertas necesarias de las estanciones e casas del dito castiellyo, entienden que a todo lo menos y ha necessarios siet mille solidos jaccenses . . ."
Cabe preguntarse por qué Pedro IV realiza obras de reparación en este y otros castillos pertenecientes al obispado oscense. Pedro IV muestra siempre una especial benevolencia hacia Huesca, pues él es el fundador de la Universidad y la sede de la ciudad está siempre ocupada por clérigos, que tienen gran privanza cerca del rey, así Fr. Bernardo (1341) es nombrado embajador real ante Felipe de Francia y Jaime de Mallorca, y el obispo Eximino de Ribabellosa (1364-1369) ocupa la primera dignidad del reino como cancelario real. Pero sin duda son razones políticas las que le mueven a esta revisión de los castillos; tal vez, aunque firmada la paz con Francia, no es muy firme la amistad y le conviene estar prevenido.
De estas obras de reparación puede deducirse cómo es en esta época el Castillo de Fañanás: ". . . un muro rodeaba la construcción principal, estancias ocupadas por obispos y alcaides, viviendas para criados, soldados y almacenes para las necesidades agrícolas y ganaderas que surgían de la explotación de las propiedades pertenecientes al castillo. Una torre de piedra, como lugar vigía y defensa más notable del castillo dominaría el muro, estando unida o no a las demás dependencias . . ."
La Soberana Orden Militar Hospitalaria de San Juan de Jerusalén
Sobre lo acontecido en Fañanás el 13 de Febrero de 1279, resulta curioso que García Pérez de Lozano se encuentre reunido precisamente aquel día con el noble Atón (Atho) de Foces, caballero hospitalario de la Soberana Orden Militar Hospitalaria de San Juan de Jerusalén, pues en la Corona de Aragón las dos órdenes que comparten el poder con el rey y hacen sombra al poder eclesiástico son la citada orden, fundada en 1048, y la de los Pobres Caballeros de Cristo y del Templo de Salomón u Orden del Temple, fundada en 1119.
Ambas órdenes tienen el mismo rango en la iglesia y en el estado, son reconocidas como órdenes regulares y el Papa les concede grandes privilegios, como la absoluta independencia de cualquier autoridad, incluida la eclesiástica (excepto la del propio Papa), la exención de pagar diezmos, y el derecho a tener sus propias capillas, cementerios, monjes y sacerdotes. No es de extrañar por lo tanto que las autoridades eclesiásticas no fueran acogidas muy amigablemente en Fañanás aquel día, y mucho menos teniendo en cuenta sus intenciones.
Es interesante destacar que Atho de Foces fue un mesnadero especialmente fiel del rey aragonés Jaime I el Conquistador, a cuyo lado guerreó en innumerables ocasiones, de lo cual da fe repetidamente el propio monarca en sus crónicas. En un documento aparece incluso cruzando el Mediterráneo hacia Mallorca, defendiendo como siempre los intereses del reino de Aragón, junto con el noble Rodrigo de Lizana, que también ha llenado muchas páginas de la historia de Aragón y cuya familia era propietaria del poblado de Abrisén, entre otros bienes.
A lo largo de años de conquista, el rey acaba donando a Atho de Foces y a Rodrigo de Lizana innumerables posesiones, tanto en Aragón como en Valencia y otros territorios, los cuales las donan a su vez a la Orden Hospitalaria. Athon muere en 1302 y es sepultado en el panteón de los Foces del templo de San Miguel de Foces, perteneciente al antiguo poblado de Foces, muy cerca de la actual villa oscense de Ibieca.
Tanto los caballeros hospitalarios o sanjuanistas como los templarios consiguen importantes donaciones y acumulan un creciente poder, convirtiéndose pronto en rivales, lo que influye en el rápido declive del Reino de Jerusalén, y aunque el Concilio de Lyon intenta unirlos, estallan en sangrientas luchas. El rey francés Felipe IV el Hermoso acaba endeudándose completamente con la Orden del Temple, y junto con el Papa Clemente V deciden acabar con el poder de los templarios, decretando que la mayor parte de las posesiones templarias de Aragón pasen a la nueva Orden de Montesa fundada en 1317. La nueva orden no tiene el carácter general de la Orden Templaria y se ciñe a unas normas muy rígidas, con dependencia absoluta de la autoridad eclesiástica y del rey. Más adelante les tocará el turno a los hospitalarios, que aunque en un principio se resisten a entregar sus bienes a la Orden de Montesa, no tardan mucho en comprender que no les queda otra opción.
Foto de encabezado: Vista del lado Este del bancal de piedra en el que se asienta la iglesia